Para aquéllos que buscan la verdad y una vida dinámica

Cristo es Vencedor

Jul/Ago 2002

mero 35 Jul/Ago 2002
La noche más obscura precede a la mañana más brillante

Marcos 15:39 - 47

Había ciertas personas que siguieron a Jesús hasta la tumba. Ellos tuvieron el privilegio de ver lo que le sucedió a Él hasta el final. Ellos fueron: María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José y Salomé. Ellos amaron a Jesús y le dieron su devoción. Creo que a la madre de Jesús la habían llevado a su casa para estar lejos de ese lugar en este momento. Era demasiado para esa madre el ver a su Hijo, cuyo nacimiento lo anunciaron los ángeles, su maravilloso Hijo, el verlo morir con la muerte de un criminal.

José de Arimatea tomó la valiente decisión de ir a Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Él no era culpable de la sangre de Jesús. No estuvo de acuerdo con la decisión del Sanedrín. Muy pocas personas podían haber hecho lo que José hizo. Pilato se sorprendió al saber que Jesús había muerto tan pronto. El centurión que estaba colocado al pie de la cruz le entregó el cuerpo a José de Arimatea. José compró una grande pieza de tela de lino muy fina, la cual debió haber sido muy costosa.

Nicodemo también llegó con cien libras de especias que llevaba consigo para evitar que el cuerpo se descompusiera. Ellos no sabían cuán grande era el servicio que estaban prestando. Esa fue su hora más oscura. El sol que había estado brillando hasta esa hora, de pronto perdió su brillo. En su hora más oscura ellos no olvidaron su deber para con Jesús.

La fe es el hábito de mirar hacia Dios. Cuando el subconsciente se ve liberado de todo pecado, llegamos al lugar donde siempre pensamos con esperanza _ aun bajo las peores circunstancias. Esto es sólo posible para los cristianos. ¡Oh! Los gemidos en los funerales hindúes. Ésta era su hora más oscura, y aún así José y estas mujeres tenían alguna esperanza. También era la hora más oscura para los discípulos. Todos ellos estaban sentados en un cuarto. Su hora más oscura había llegado; sus esperanzas se veían estremecidas. Es maravilloso ver cómo ellos enfrentaron y pasaron esa hora. Aquéllos que conocen a Jesús desarrollan la capacidad de mantener la esperanza en las horas más oscuras de sus vidas. El conocer a Jesús y saber que Él es el Señor de la vida es la cosa más grande.

La muerte es derrotada. Lo último que Dios va a quitar de este mundo es la muerte. No crea que la muerte siempre estará aquí. Durante los mil años del reino de Jesús no habrá más muerte. La muerte y el pecado están conquistados. Un cristiano tiene que creer que la muerte y el pecado serán conquistados en su vida. Cómo José de Arimatea se debe haber regocijado cuando vio a Jesús sentado en el trono en el Cielo y recordó el servicio que le había prestado a Él. Lo único de lo que usted podrá regocijarse al final de su vida es del servicio que le ha prestado a Jesús como el que le prestó José de Arimatea en esa hora tan oscura.

La gente invitó a Jesús a cenar, cuando era famoso y aclamado. Pero en la hora en que fue crucificado como un criminal, José le dio valor a ese cuerpo lacerado y golpeado. Los reyes y los grandes guerreros reciben grandes honores en el momento de su sepelio. No había nadie que rindiese ese homenaje a Jesús. La fe de José de Arimatea era una fe maravillosa. Él no esperaba nada como la resurrección. Si la gente hubiese sabido que Él se levantaría al tercer día y que recibiría una gran gloria, hubieran sido muchos los que le hubiesen rendido honores. Pero José le rindió honores sin saber acerca de la resurrección. A veces cuando se está usando todos los recursos y se sirve a Dios, parece que es un trabajo ingrato. La gente le critica, critica sus ropas, sus acciones y todo lo suyo.

Jonás estuvo tres días en el vientre del pez. Jonás 2:2-4. "Y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; desde el seno del Seol clamé, y mi voz oíste. Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, y me rodeó la corriente; todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; mas aún veré tu santo templo." Versículo 7: "Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová." Vendrán tiempos en que nuestras almas desfallecerán en nosotros. En nuestra condición desesperada, veamos de nuevo hacia Dios. ¿Dónde más puede haber esperanza? Jesús usó el caso de Jonás como ilustración de Su propia muerte. Jesús estuvo tres días en la tumba. Estuvo en el lugar más oscuro. Fue al infierno, donde moran las almas perdidas. Pero no había nada que lo detuviera allá abajo. El Padre lo levantó de nuevo de entre los muertos.

El misterio de la vida cristiana es el principio de dar la vida en la hora más oscura. Cuando la tentación es muy fuerte ante usted, no olvide invocar el nombre de Jesús. En el peor momento de su vida, clame ante Jesús. Cuando José servía a Jesús, debía tener poco de esperanza en su corazón. Por diez años serví en esta ciudad de Madras, durante días muy oscuros, cuando no había signo alguno de éxito. Pero miré hacia Dios. Ahora veo el desarrollo del trabajo y me maravillo ante ello.

Su joven vida será testigo. La victoria debe ser suya en su juventud. La victoria en su juventud tendrá una gran influencia en toda su vida. Consiga la victoria por sobre la carne y en su Espíritu. El cuerpo de Cristo fue lacerado por usted. Un día, llevará consigo un cuerpo que no pueda ser tocado por el pecado; disfrutará del Cielo. Abraham estará allí, pero Judas no estará; el ciego Bartolomeo estará allí, pero los fariseos que le causaron problemas a Jesús no estarán. Lázaro estará allí, pero el hombre rico no. Esta fue la noche más obscura, pero condujo hacia la mañana más brillante.

- El difunto Sr. N. Daniel


 

Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.

Salmo 119:105



UN MAESTRO PESCADOR DE HOMBRES

El Sr. J. Bosinger, quien murió en 1906, a los 85 años de edad, y quien llegó a la India en 1847 como el primer Hermano Industrial de la Misión Basel y pasaba más de 60 años en la India sin ir de vacaciones a su país natal, me dijo mucho acerca del Sr. Hebich a quien conoció íntimamente por más de una década, acompañándolo en sus viajes misioneros en ciertas ocasiones. En respuesta a mi pregunta con respecto a la estabilidad de los convertidos por Hebich, me dijo:

"La mayoría de ellos comprobaron ser cristianos verdaderos, muchos de ellos se convirtieron en unos grandes salvadores de almas. El Sr. Hebich sabía cómo llegar a lo más profundo de la profundidad del corazón de los hombres." Él no les daría ni paz ni descanso hasta que ellos se habían rendido completamente ante Jesús.

Su método con los hombres a menudo parecía ser rudo, pero entonces él decía: `Primero tengo que matarlos con el martillo de la ley, antes de que pueda reconfortarlos con el Evangelio.' Déjeme relatarle un caso en el cual se ve la forma en que trataba a los hombres:

Un día, estábamos paseando cuando llegamos hasta la casa de un ingeniero. El Sr. Hebich dijo: `Venga, toquemos la puerta y veamos a ese hombre.' Con renuencia entré en la casa de ese hombre porque yo era un extraño para él. Tan pronto como el Sr. Hebich lo vio, dijo: `Le he llamado para decirle que debería sentir vergüenza de sí mismo, por traer la desgracia a su Dios y a su país debido a su vida llena de pecado.'

El caballero respondió: `¡Eso no es problema suyo!'

El Sr. Hebich le gritó entonces en voz muy alta y en forma furiosa, según su tan grande era su celo: `¡Sí, es mi problema! Como ministro fiel de Jesucristo, tengo que denunciar todo pecado y injusticia. Le he llamado para pedirle a usted en el nombre de nuestro Juez Justo, para que se arrepienta de sus pecados.'

Tal denuncia hizo que el ingeniero se enfureciera. Le gritó: `¡Salga de mi casa, Sr. Hebich! Yo no le pedí que me llamara, y no escucharé sus violentas prédicas en mi propia casa!'

El anciano respondió: `No, nunca. No le abandonaré hasta que confiese sus pecados ante Dios y suplique por su perdón de rodillas por haber llevado una vida tan desgraciada. Usted es un mal hombre, y tiene que avergonzarse de sí mismo. ¡Arrodíllese y confiese, o irá al infierno donde están los demonios a quienes les sirve! ¡No le abandonaré hasta que escuche mi mensaje!'

Entonces el hombre se levantó de pronto con furia y dijo en forma sarcástica: `¡Si usted no se va, entonces yo me iré!' Ordenando al muchacho que ensillara su caballo, nos dejó sin añadir una sola palabra más, y pronto lo vimos cabalgando y alejándose con un furioso galope. Entonces salimos de la casa.

Me sentí avergonzado por la forma abrupta en que habló el Sr. Hebich y le dije: `Ahora, usted ha dañado todo debido a sus palabras bruscas. No es necesario derrumbar la puerta, si se quiere entrar a una casa.'

El anciano sólo sonrió, y dijo: `Le he colocado un anzuelo del cual no podrá zafarse.'

Tenía razón. Antes de que fuera a ver a hombres como éste, él pasaba mucho tiempo en oración por ellos. Sólo cuando tuvo la certeza de la victoria en la oración, el testimonio del Espíritu, fue para encontrarles, pero entonces llegaba como un vencedor.

Tres días después de esta tormentosa visita al ingeniero, el caballero le envío al Sr. Hebich una nota: `Estimado Sr. Hebich, ¡por el amor de Dios, venga usted a verme inmediatamente! No he dormido ni un poquito desde que usted estuvo acá. Me siento inquieto. No puedo conciliar el descanso, ni sentirme en paz. Mi conciencia me condena. Estoy en el infierno. ¿Qué debo hacer para ser salvado?'

Entonces el Sr. Hebich llevó a Jesús ante hombre y llevó al hombre ante Jesús. Pronto el ingeniero vio a Jesús en la cruz, y pudo creer que el Salvador sangrante había lavado sus pecados por medio Su preciosa sangre.

Este ingeniero, en los años subsiguientes, demostró por una vida pura, consistente y humilde que se había arrepentido de sus pecados y que se había convertido en un verdadero discípulo de Jesús."

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SIN TEMOR A MORIR

En los primeros días de la primera guerra mundial, un joven soldado inglés estaba sentado frente a la línea de fuego en un lugar de peligro extremo, calmadamente leía su Nuevo Testamento, el cual se le había convertido en algo muy querido para él en esos terribles días de batalla.

Un joven oficial que pasó junto a la trinchera vio el libro y se detuvo. "¿Por qué pierdes tu tiempo con un libro tan desgastado como ése?" le dijo. "Ése no es el libro que un hombre con sangre en las venas debería leer." El joven soldado dirigió su mirada hacia el rostro del oficial. Sostuvo el pequeño Nuevo Testamento y dijo con tranquilidad y con seriedad: "Este pequeño libro, Señor, me ha enseñado a no tenerle miedo a morir." Con una observación burlona, el oficial se alejó, pero no había caminado muy lejos cuando se escuchó una terrible explosión detrás de él. Se dio la vuelta. Una bomba había hecho impacto directo en el parapeto justo delante del joven soldado, y la explosión lo enterró bajo toneladas de escombros. El oficial corrió de vuelta y junto a otros cavó para buscar el hombre enterrado, pero lo encontraron demasiado tarde.

En el momento en que levantaron el cuerpo sin vida, el oficial vio el pequeño Nuevo Testamento en el suelo. Sin decir una palabra, lo recogió y lo guardó en su bolsillo. Día tras día, las últimas palabras del joven soldado le acosaron: "Este pequeño libro me ha enseñado a no tenerle miedo a la muerte." Finalmente, se sintió impulsado a leer el pequeño libro para sí mismo para tratar de encontrar el porqué esas páginas tan desgastadas podían hacer que un hombre no le tuviese miedo a la muerte.

Meses más tarde, cuando salía de Inglaterra, él dio su testimonio a una compañía de gente de Dios, contándoles primero la historia del joven soldado, y añadiendo: "Esas últimas palabras que él dijo nunca me abandonaron: `Este pequeño libro me ha enseñado a no tenerle miedo a la muerte.' Así que yo también comencé a leerlo." Entonces, sosteniendo el pequeño Nuevo Testamento, continuó: "Este pequeño libro me ha conducido hacia Jesucristo como mi propio Salvador y así mismo me ha enseñado a no tenerle miedo a la muerte."

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El Santo Olvidadizo

San Juan Cantius era un hombre extraordinariamente inteligente. De hecho, era tan inteligente que era el profesor más alto y en cargo de un colegio para el entrenamiento de sacerdotes en la ciudad Krakow en Polonia hace un poco más que 500 años.

A él le gustaba mucho leer y estudiar; sin embargo, nada le dio al santo polaco más placer que ir a pie a peregrinación durante las largas vacaciones en verano. Lo que le gustó más era visitar ciudades como Roma. Una vez caminó todo el camino hasta Jerusalén y regresó a Polonia!

Pero aunque era inteligente, Juan Cantius también era muy distraído y olvidadizo. Cuando su mente estaba ocupado, pensando en todos los lugares sagrados que había visto o que iba a ver, muchas veces olvidó casi todo lo demás: a qué fecha las clases en el colegio empezaban o dónde había puesto su dinero.

Sus amigos naturalmente estaban preocupado, querían que regresara seguro de sus largas peregrinaciones. En el caso de que perdiera su dinero o tuviera algunos problemas, ellos cosían algunas monedas de oro en el forro de su capa antes de salir de Krakow.

En una de sus peregrinaciones Juan Cantius fue atacado por ladrones. Ellos tomaron todo el dinero que encontraron en su bolso. Entonces le preguntaron si tuviera algo más. El santo profesor dijo en su manera distraída: "No, nada más, absolutamente nada."

Entonces los ladrones le dejaron y continuaron en su camino hacia abajo del cumbre de una colina y fuera del alcance de la vista.

Sólo un poco antes que desaparecieron de su vista, Juan Cantius se recordó de las monedas adicionales de oro que eran cosidas en el forro de su capa. ¡Qué pena! ¡Qué vergüenza y qué cosa terrible! ¡Aquí había hombres pobres que necesitaban dinero tan desesperadamente que se dignaban a robar a los viajeros y él, un discípulo de Jesucristo, había dicho una mentira a esos pobres! Tenía que actuar al instante para arreglar las cosas.

Unos pocos minutos después, los ladrones sorprendidos oyeron que alguien estaba corriendo en el camino hacia abajo detrás de ellos. Era Juan Cantius.

Estaba gritando: "¡Paren! ¡Paren! ¡Encontré que tengo más dinero! ¡Olvidé darlo a ustedes!"

Ustedes se reirán al escuchar que esta historia tiene un final feliz. En realidad estos ladrones no eran hombres muy malos. Fueron tan conmovidos por la bondad generosa del santo polaco, que en vez de aceptar las monedas adicionales que él quería darles, los ladrones insistieron en devolver a él todo su dinero.

Si alguien le dice a usted que se necesita mucho esfuerzo para vivir según las enseñanzas de Jesús, cuentele esta historia de la vida de San Juan Cantius. Aunque era muy olvidadizo, se recordó para actuar en el espíritu de lo que Jesús mandó:

"Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; ... Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues." S. Lucas 6:27-29.

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LA IMPORTANCIA DE LA RESTITUCIÓN

Si alguna vez usted ha tomado dinero en forma deshonesta, no necesita orar a Dios para que le perdone y para que le llene con el Espíritu Santo hasta que restituya lo que tomó. Si no tiene el dinero para hacerlo ahora, quiera hacerlo y Dios aceptará la voluntad de la mente. Mucha gente está atrapada en la oscuridad y la inquietud porque ellos no obedecen a Dios en este asunto. Si el arado ha sido hondo, si el arrepentimiento es verdadero, dará fruto. ¿De qué sirve acudir ante Dios hasta que esté dispuesto, como Zaqueo, para hacerlo bien si he hecho mal a alguna persona o he tomado algo falsamente? La confesión y la restitución son los pasos que llevan al perdón.

Había un amigo mío que había venido a Cristo y que estaba tratando de consagrarse a sí mismo y a su riqueza ante Dios. Anteriormente él había hecho transacciones con el gobierno y había tomado ventaja de éstas. Eso vino a su memoria y su
conciencia le causó problemas.
Finalmente hizo un cheque por la cantidad que había pagado de menos y lo envió a la tesorería del gobierno. Él me dijo que había recibido una gran bendición después de haberlo hecho. Estos son los frutos del arrepentimiento. Creo que muchos hombres claman ante Dios por luz, y muchos no la obtienen porque no son honestos.

Un hombre acudía a una de nuestras reuniones cuando se habló del tema de la restitución. El recuerdo de una transacción deshonesta llegó a su mente. En un momento se dio cuenta porque sus oraciones no habían sido respondidas, sino "regresadas al lugar de donde vinieron," como dicen las Escrituras. Salió de la reunión, tomó un tren, y fue a una ciudad distante, donde había defraudado a su empleador hacía unos años atrás. Fue directamente donde estaba ese hombre, confesó lo que había hecho y ofreció restituir lo robado. Entonces recordó otra transacción, en la cual había fallado al cumplir con lo que se le había demandado; enseguida hizo arreglos para que una gran cantidad de dinero fuese repagada. Regresó al sitio donde habían comenzado las reuniones y Dios le bendijo maravillosamente en su propia alma. Desde hace un largo período, no he encontrado a otro
hombre que haya recibido tan maravillosa bendición.

Cuando estuve en Canadá un hombre me dijo que cuando era niño un hombre le dio por error un dinero que llamaban en Canadá una pieza de "diez chelines". Era del mismo tamaño que una moneda de un cuarto de dólar y era de oro. En vez de dar al niño una moneda de plata, como era su intención, le dio una de oro, una moneda de diez chelines por error, y el niño la agarró. Al día siguiente el hombre fue donde el niño y le dijo: "Cuando te di cambio ayer, ¿no te di una moneda de diez chelines en vez de una de un chelín?" El niño mintió y le contestó: "No, señor, no lo hizo."

Durante cuarenta y tres años el hombre había tenido esa mentira en su conciencia. Finalmente el Espíritu de Dios le encontró y se hizo cristiano. Ya no sabía dónde encontrar al hombre así que pensó en los intereses y entregó el dinero y los intereses a un orfanato. Así su conciencia lo dejó en paz finalmente. Si usted tiene algo en su conciencia, ocúpase de ello enseguida. Si su mente recuerda alguna transacción en la cual ha engañado a su vecino, regrese cada dólar al instante.

- D.L. Moody



Continuación de El Progreso del Peregrino

Entonces vi a los dos peregrinos bajando la montaña después de que se habían despedido de los pastores. Al pie de la misma, hacia la izquierda está la ciudad de Presunción de donde sale un sendero torcido que se une a la carretera principal. Aquí se encontraron con Ignorancia, un muchacho muy avivado que venía de aquella ciudad. Por cierto que era completamente ignorante de la verdad, pero era muy presuntuoso y creía que lo sabía todo. Cristiano y Esperanzado trataron en vano de persuadirle. Sin embargo, el muchacho siguió con ellos.

Después de un tiempo los dos peregrinos entraron en un sendero muy obscuro. Aquí vieron a un hombre al cual siete demonios lo tenían amarrado con siete cuerdas muy fuertes y lo arrastraban hacia la puerta que se abría sobre el foso. Se trataba de Vuelve-atrás quien vivía en la ciudad Apostasía. El buen Cristiano y Esperanzado empezaron a temblar.

Cristiano cuenta lo que pasó con Poca Fe al ser atacado por tres maleantes: Desconfianza, Corazón Cobarde y Culpa. Gracia Abundante, de la ciudad de Buena Confianza, atemorizó a los ladrones haciéndolos huir.

Continuaron así, seguidos de Ignorancia, hasta que llegaron a un lugar donde el camino se dividía en dos. Los peregrinos estaban indecisos no sabiendo cuál de los dos tomar. Un hombre negro con vestidura blanca se les acercó y les preguntó qué hacían allí parados.

Cuando le contaron su problema él les dijo: "Seguidme, yo también voy a la Ciudad Celestial."

Ellos le siguieron, pero la senda que él eligió daba tantas vueltas que muy pronto estaban de espaldas a la Ciudad Celestial.

Antes de que pudieran darse cuenta, les condujo a una red, dentro de la cual se encontraron tan envueltos que no sabían qué hacer. De pronto el hombre se despojó de su vestidura blanca y se dieron cuenta que habían sido engañados. Pero no podían salir de la red, y se quedaron allí por largo tiempo llorando.

Entonces dijo Cristiano: "¿No nos advirtió el pastor que
tuviéramos cuidado de Adulador? Hemos probado que las palabras del sabio son ciertas: "El hombre que lisonjea a su prójimo, red tiende delante de sus pasos" (Prov. 29:5).

Después de mucho tiempo vieron a uno de brillante apariencia que venía hacia ellos con un látigo de pequeñas cuerdas en su mano. Este ser resplandeciente rompió la red y
los puso en libertad.
Luego dijo: "Ese hombre que habéis seguido era el Adulador, un falso apóstol transformado en un ángel de luz" (II Cor. 11:13-14).

Después les mandó encorvarse y les azotó con vigor para enseñarles a no apartarse otra vez. Luego les dijo: "Seguidme para que os pueda colocar de nuevo en el camino verdadero."

Un poco más tarde vieron venir hacia ellos un hombre llamado Ateo. Este les preguntó adónde iban. "Vamos hacia el monte Sión," dijo Cristiano.

Ateo se echó a reír a carcajadas y dijo: "¡No hay en este mundo un lugar como el que vosotros soñáis!"

"Pero sí lo hay en el mundo venidero," dijo Cristiano.

"Yo he buscado ese lugar por mucho tiempo, pero no lo he hallado," dijo Ateo. "Me vuelvo ahora a las cosas que había
arrojado a un lado con la esperanza de aquello que no he encontrado."

Sabiendo que estaba cegado por el dios de este mundo, Cristiano y Esperanzado lo dejaron y continuaron su camino.

- Continuará -
Extraído del libro El progreso del peregrino ilustrado.

© El progreso del peregrino ilustrado. Editorial Portavoz, PO Box 2607, Grand Rapids, Mi, 49501-2607, U.S.A.